Algunos creadores saben jugar muy bien con los hilos ocultos que mueven el mercado del arte. Por citar sólo a tres, uno sería Damien Hirst, que históricamente ha sido capaz de subvertir las tradicionales y estrictas reglas de esta industria en beneficio propio; Otro, Maurizio Cattelan, que ha hecho de la provocación una fórmula de ganar notoriedad; y Banksy, que es capaz de tensionar como poco las estructuras del mundo del arte y conseguir que sus disrupciones devengan auténticas performances artísticas. Se puede cuestionar el interés artistico de cada uno de ellos, pero no hay duda que son grandes revolucionarios cuando se trata de promocionar sus obras, sea con publicidad marketing o escándalo.